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martes, 25 de febrero de 2014

Balsareny: Fira dels Traginers, 2014

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Balsareny: Fira dels Traginers, 2014, un álbum en Flickr.

Esta semana no tengo ganas de escribir crónica alguna, pues llevo varios días que no me encuentro bien. Pero si he de agradecer a Marta y Vitorius como han estado por mi todo el fin de semana. Muchas gracias a los dos.

miércoles, 19 de febrero de 2014

HOLOCAUSTO DE VANIDADES: CARTA A UN AMIGO.

EL MASNOU 

HOLOCAUSTO DE VANIDADES

Querido amigo:
               Un bello sueño tuve ayer. Me veía como capitán de un pequeño buque, ala deriva y sin destino, naufragando lentamente.
               Creía haber escapado de mi casa, de la casa de mis padres, y vivir en un mundo de situaciones. Con un inmenso montón de paredes que caían; paredes en blanco, techos de porcelana y suelos de barro. Puertas y ventanas cerradas con rejas y candados, de colores llamativos y estridentes. Con miles de disfraces, cada uno para una situación diferente. Con una vecina enferma de Cáncer, que lentamente va agonizando, sin nadie que la escuche, desamparada en su molde, sin más vecinos ni compañía que la oscuridad para hacer trampas, y ese juego que te arrastra a mundos de algodón, de figuras de terciopelo, de jazmines y rosas, de caminos al borde de la autopista, de coches tranvías y pasajeros de la muerte, de periódicos y mausoleos electrónicos, avanzadilla de una mañana que me pisa los talones y me vuelve loco.
               Bajo el humo de los cigarrillos y con una sobredosis de caballo en las venas, y la sangre resbalando hacia abajo tratando de ponerme en un compromiso. Con mi pene por delante y mi culo y lengua hacia fuera. Con mis hinchados apetitos bajo los pantalones, y las suelas de los zapatos desgastadas de tanto caminar. Con mis pulseras, anillos y collares. Con mi líbido medio rota y mis ataques de ansiedad. Con mis dedos insensibles y mi ropa sudada y sucia, y la gente fanática de nuevos devaneos. Hablando de lo verdaderamente importante. De las vivencias del pasado. De polvos y orgasmos que jamás se podrán olvidar. De su primer amor y de la primera vez que sus manos se estrecharon con las mías. Del primer beso en cualquier portal, a oscuras, en silencio; y de la primera vez que ser vieron envueltos en algo importante.. Preguntándose lo que haría falta para obtener o tener lo que tanto deseas. Con un futuro ya planeado de antemano, que consiguen firmando letras a un alto interés. Maldiciendo la subida de los alimentos de primera necesidad. Eludiendo las palabras mal sonantes. Descansando en su butaca tipo Kennedy delante del mausoleo, antes de que el día acabe. Esperando que su cuenta en el banco no esté en negativo; que sus hijos vayan a un buen colegio, y que cuando tengan la edad suficiente, comiencen a trabajar, a producir, y a abrir la boca y cerrar los oídos.
            No...   no puedes pensar que una situación acabe contigo. Que una borrachera no es nada importante. Que saber escribir es cosa de tontos. No, no puedes pensar eso, ni tú ni nadie.
               La mitad de las situaciones de este mundo son sólo una trampa, un callejón sin salida donde es necesario estar en posesión del salvoconducto de buena conducta. Donde te das cuenta de que estás siendo engañado, que tú precio es bajo, y que lo único que hace falta es un revolución de principios mal o bien encaminados.
               Sería necesario estar de vuelta al pasado que ya conoces; al mundo de las grandes orgías y comilonas. De vuelta a las guerras de independencia. En busca de galones y medallas  que expondrás en la vitrina que previamente has diseñado y mandado a construir, en la cual situarás todas tus ambiciones. Después harías una butifarra al aire, que la encuentre quien quiera, para que el pobre desgraciado que aún no ha abierto los oídos, permanezca también sordo y mudo. Que el pobre desgraciado al cual no le queda nada mas que el dinero suficiente para comprarse el billete para el gran autobús oscuro, ese oscuro autobús que mata en silencio, sin risas ni lágrimas, de un tiro, con un revolver el cual una vez cargado es fácil de que se dispare, de apuntar en una dirección o en otra; de abrirse con el un agujero en el estómago, cabeza, o en el mismo corazón.
               Ojalá que todos los desgraciados del mundo apretaran el gatillo de la verdad al unisono, en un último grito, con la esperanza de que gobierno países y gente importante no pestañease.
               Hay también otros modos de ver el mundo y las formas de vida. Hay dos situaciones que convergen de lo mismo y que son completamente diferentes. Hay hombres que dicen que todo ser humano es importante. También hubo hombres que dijeron que los importantes sólo eran uso cuantos, y que los demás pertenecían a esa clase de complementos que se utilizan para dar sabor al plato principal.
               En este mundo cotidiano donde querer es poder, la fuerza de voluntad adquiere un plano supremo, puesto que es la frontera entre el bien y el mal. La barrera en que tú yo se desenvuelve en busca de un fin, como todo hombre. Pero a veces, es solo un medio, una forma de ligar el futuro. Nunca verás al vagabundo y al delincuente, y a toda esa clase de gente no marginada sino rastrera y sucia, con la fuerza de voluntad necesaria para que puedan ser llamadas personas de bien. No, al contrario, cada día se olvidarán mas y mas de que hay que rendir y trabajar en lo que sea y como sea, para poder exigir un puesto en esta tierra. Esta tierra que está formada por pequeñas partículas, por grandes montañas y mares, en las que el que desee el bien, siempre podrá aspirar al menos al mal. En esta tierra de promisión, tuya y mía, los predicadores han marcado su huella en los senderos, y arado los campos para todos los que en ella vivimos, con sangre sudor y lágrimas. Esta tierra y esa gente sin religión ni cultura política, son la base y el fundamento de mi lucha diaria, base de todos aquellos que olvidados de las manos, se dejan llevar por el devaneo de mundos mejores.
               Basta ya de comprar trajes nuevos, de hacer el buen tipo. Como todos sabemos, en la India hay miles de seres que mueren de hambre, pero también en las Hurdes tenemos una enfermedad alejada y olvidada de hospitales, de médicos y de miradas hacia atrás. Esas miradas que imperturbables jamás han vuelto la cabeza, que permanecen como momias con la mirada perdida en el horizonte, sin vacilar, con sus ojos firmes en algo que brilla cerca de las largas manos. Algo que nunca será del pueblo, de las multitudes. Es algo más de lo que tú y yo podemos pedir, y de lo que  nunca veremos y querremos poseer. Es un espejismo abandonado en nuestra situación, en nuestra tierra. Como una pequeña fiebre que mata, que crea envidias y riñas, que mueve a los tiranos ambiciosos en la carrera que nunca acaba. Carrera que nunca ha pretendido ser exclusiva de las serpientes de mortal veneno. También yo quiero competir. La balanza está bien equilibrada, y hacia un lado u otro tiene que inclinarse. Eso es algo que no tiene vuelta de hoja, ya que es indudable que hacia el lado que cayese o inclinase, sería el ganador.
               Y aunque ellos dejaran que saltes a la fama, que escribas en los periódicos y que griten tu nombre, te engañarán al final, y te mezclarán en hecatombes de las que no eres culpable, pero que por las circunstancias tampoco eres inocente. No hay inocentes, es una trampa, cuidado.
               Para mí, mientras el desenlace se aproxima, dejo que la vida siga su curso, y que el destino se vuelva un tranvía con salida en Paseo de Gracia, y parada final en el barrio San Roque.
               La falta de ambientes, de lugares a donde ir, de espectáculos, de luces y farándulas, de olor a azufre en las verbena de San Juan; de agua que corre en su tranquilo cauce; de puestos de caramelos, pipas, garbanzos y golosinas, forman el vacío cotidiano.
               No quedan magos ni juegos en la noche, ni aceras en las calles. ¿Dónde están aquellas mujeres que eran como agua para las plantas? ¿Dónde está el eco de los tacones que hora tras hora machacaban el suelo de la Calle Rovadors? De esa calle donde se palpaba la vida, donde cuando paseabas podías sentirte vivo, y palpar la verga que latía entre tus piernas, y esos suspiros ante la mujer de enormes pechos y hermoso trasero que me hacían explotar en anhelos ¿Dónde está toda esa carne, toda esa vida? Donde están los traficantes de trocitos de cielo, de sueños y pesadillas. De ascensores y cohetes con destino a las nubes y al limbo, o quizás mas arriba de la luz. Buscando los ojos de cualquiera en el infinito, justo cuando el sueño se convierte en pesadilla y te das cuenta de que caes poco a poco, escalón a escalón; que comienza  a dolerte la cabeza, y a botarte el estómago.
               Es algo de lo que solemos estar de vuelta antes de lo imaginado, mas defraudado que la última vez, pero vuelves a probar, y cada nueva vez es mas rápido y fugaz, mas enajenante y mas negro. Es el comienzo de lo que no puedes entender, y es por eso por lo que puede parecerte que no ligue una cosa con otra, aunque yo diría que es algo real, que hay páginas en blanco y que cada uno escribe en ella como le da la gana. Así que lo mejor será que cada uno busque su situación, su compromiso, o algo que quiera de verdad. Yo personalmente, cuando esté harto de leer lo que escribieron los demás, buscaré la carne en cualquier calle placentera, y me dejaré tocar y matar. Dejaré que me sienten sobre la silla y que alcen mis piernas hacia el techo, para quien conmigo esté, lama mis peludas pelotas negras; y dejaré que me metan dos dedos en el culo, que me metan la lengua y golpeen mis entrañas, hasta que esté harto y me escurra cuando nadie me mire. También haré juegos con mi mente, y una vez haya olvidado a la ninfómana Mina, aquella mujer que compartía su vida conmigo, y que en lo único que pensaba era en desprenderse de la ropa, en acariciarme  y abrirse de piernas, para que yo le introdujera mi precioso falo una y otra vez, en su profunda y húmeda raja, hasta que ya no podía mas, hasta cuando lo habíamos hecho muchas veces o mas, hasta que lo único que deseaba era poder escapar.
               Quisiera olvidarme de todo eso. Quisiera volver a la gente pasear. Quisiera poder ligarme a un hombre de pelo en pecho, que me agarre bien del culo y apriete fuertemente. Que no sienta vergüenza ni pudor. Alguien que sepa bien como hacerme disfrutar, para que vibre mi cuerpo, mi alma y mis sueños. Permaneces tumbados juntos y desnudos, en la fría habitación, y la llama de los cirios reflejada en la pared, y nuestras sombras revolviéndose sobre la cama. En un coito interminable de placer. Con la música de viejas melodías. O quizás descansando un instante para volver a escuchar a Edith Piaf, para maquinar algún aquelarre con Poe, para sentirme Garcia Lorca, o tal vez Lord Henry o el adorable Dorian. Sentir que estoy vivo al fin y al cabo. Que me duele el culo y lo otro, y la lengua caliente. Y es que el amor es lo mas importante. Ese amor que lo es todo. Que mueve al mundo. Que fue y es el tesoro que todos llevamos ocultos dentro. El cual solo entregamos y dejamos poseer, por la persona a la que mas unida no se puede estar. Que no se puede comprar con dinero, ni bajo presiones, que es sincero y real. Tan real como que existo, como que ahora te estoy escribiendo. AMOR, palabra que significa lo suficiente, por la cual, cualquier ser humano puede volverse loco.
               Podría enviarte una copia de lo que algunos escritores imprimieron en las páginas en blanco, sobre el amor, pero para que decirte lo que tú mismo conoces y sabes que posees. ¿Para qué decirte que es importante, si lo puedes imaginar?
               No hace falta que estallen bombas de ira para conocer el odio. Tampoco hace falta haber estado en las Puertas del Edén, para saber que en cualquier corazón, cada hombre tiene un paraíso que ofrecer.

               Un abrazo.  Lu Benet.

lunes, 10 de febrero de 2014

VSC Reencuentro 2014

10 de Febrero del 2014
Buenas noches. Radio Van Sin Club ataca de nuevo.

La cucaracha ha sido exterminada.

El viernes por la noche aparecimos en el lugar de reunión: Marta, Víctor, Otto, Aly y yo.
La noche no era muy fria, pero la ayuda de un pequeño fuego de leña, nos hizo aguantar una velada entretenida en la que hablamos de lo que estaba pasando con los VSC. No había nada importante que destacar, aunque la opinión de Victor y la mia no tenían nada en común.
Quiero aclarar que aunque alguno supone que fui yo quien sugirió esta quedada, no es así, fue idea de Víctor.

A eso de las 9 de la noche llegamos al lugar, y tras colocar un par de mesitas y sillas para estar mas cómodos, Marta y Víctor me invitaron a compartir una  sopita con fideos de un sabroso caldo navideño, y unas copas de vino: sopa preparada por la madre de Marta, y que estaba estupenda. Charlamos de la salida de la semana anterior y de cosas sin demasiada importancia. Tras unas copas al lado del fuego Marta se quedó durmiendo bajo el abrazo del calor de las llamas, pero pronto nos fuimos a dormir. Yo dormí fatal. En la cama di mas vueltas que un trompo y la noche se me hizo larga, pero no cansada. Aly estuvo inquieta, pero aguantó estóícamente hasta que la abrí la puerta por la mañana. Tras dar un par de vueltas alrededor de la furgo, la volví a abrir la puerta, y los dos volvimos a la cama. Otra cabezadita durante un rato, y cuando volví a asomar la cabeza por el cristal, Victor ya estaba asomando la cabeza por detrás de su furgoneta. Me vestí y sali al exterior, nos saludamos y Marta se unió a nosotros dos. Marta preparó el desayuno y me dió la bronca por comerme un croasant relleno de mermelada.
No teníamos ningún plan organizado, así que después de desayunar nos fuimos a buscar un poco de leña, pues la que habiamos llevado la noche anterior ya se había acabado. No buscamos por los alrededores de la barbacoa, ya que es donde va todo el mundo, y yo supose que en un camino un poco mas alejado sería mas fácil encontrar leña por los suelos. Efectivamente, pronto encontramos pequeñas ramas en el suelo por todos lados. Pero dos árboles caidos de los cuales yo quería llevarme uno. Estaba enganchado el tronco por unas pequeñas raices, pero no había modo de poderlo arrancar del suelo. Lo giré a un lado y a otro pero nada. Necesitaba un hacha, pero hace tiempo que quiero comprar una, pero otra vez me ha hecho falta y el hacha sigue en la tienda. La pareja de culo inquieto no paran ni un momento de subir ladera arriba y abajo recogiendo madera. A veces encontramos un tronco algo grande, pero la mayoria eran ramas que no tardariamos en quemar. Recogimos las ramas que pudimos y las llevamos hacia la barbacoa. Tuvimos la precaución de dejar un montón de leña preparada para un segundo viaje. Cuando volvimos por segunda vez, ya habían llegado la familia de Marta, marido y niños incluidos.
Marta montó un vermouth en un momento, mientras otro preparaba el fuego. Estuvimos picando un rato, y las butifarras, pollos y morcillas, comenzaron a retorcerse en el fuego. La comida ya estaba lista, y en un momento dimos cuenta de ella. Luego comimos algunas pastas y café. Sobró un poco de comida y seguro que para la noche se puede recalentar.
Estabamos tranquilamente chismorreando sobre todo el mundo, cuando llegó una hola de aire frio. Una hora de mal rollo, que por suerte fue alfo pasajera.
Pronto se hizo de noche, y de golpe, a lo lejos, unos faros alumbraron el bosque. Menuda sorpresa, pero si parecen la Ana y Chema. Incrédulos nos levantamos a mirar quien había llegado y efectivamente, eran los Llongueras. Nos saludamos como gente civilizada y se juntaron a la mesa en un plis plas. No recuerdo que cenamos, pero mientras estábamos hablando, otras luces alumbraron de nuevo el bosque. ¿Quien podría ser? Sacamos los ojos de las órbitas y en eso que vimos una furgoneta negra, bueno, de ver no vimos nada, pues entre la oscura noche y el color de la furgo no se distinguía nada. Y entonces alguien dijo, son los Kiebres. Menuda sorpresa de nuevo. Allí estaba Paco delante mio, con su carita pálida, como si no hubiera matado una mosca en su vida. De repente recibo un beso en la mejilla, y era Luisa quien me saludaba. Tras la sorpresa inicial, las cervezas empezaron a salir desfilando desde las neveras, y algunas que estaban calientes fueron intercambiadas por otras mas fresca. A las niñas se les preparó una sopita caliente, y el resto seguimos bebiendo. Yo estaba extrañamente bebido, aunque no borracho, pues durante la visita del viento del Norte, no pude por menos que tomarme toda la botella de whisky para no levantarme de mi asiento y poder soportar todo lo que resoplaba en mi oido. Seguimos bebiendo y charlando, que parece ser nuestro deporte preferido, pero no tardé mucho en irme a dormir. Otra noche que dormí con un ojo abierto, pues los tres mosqueteros cogieron una cogorza de cuidado. Mas de uno se cayó mientras estaba de pie, y otros, cuando se fueron a dormir, entraron en sigilo, pero no tardaron en inclinar la cabeza sobre el fregadero y practicar el arcadismo. Entresueños les estuve oyendo las risas mientras duró la pequeña juerga, hasta que por fin nos invadió el silencio.
Fui el primero otra vez en sacar a Aly de la furgo, pero como no había nadie despierto aún, nos volvimos a acostar. Al cabo de un rato me levanté y Luisa estaba desayunando sola, preguntándose: quien me iba a decir a mi hace unos años, que iba a salir en furgoneta y a desayunar sola en medio del bosque.
Poco a poco fue levantandose la gente, y el agetreo de platos y cucharas invadió el ambiente.
Algunos queriamos ir al mercadillo de Tordera a comprar algo para comer, pero otros no sabían si quedarse o no. Al final Chema dijo que si alguien se quedaba, él también se quedaría alli vigilando las mesas y las furgos. Nos metimos en los coches como pudimos, y tres de las furgos nos fuimos hacia el mercadillo. Aparcamos fuera del parking para ahorrarnos los 2 euros que costaba aparcar, y caminando por el borde de la carretera, hacia el mercadillo que nos dirigimos.
Los primeros puestos eran tiendas de ropa, y a continuación, comenzaban los puestos de fruta y verdura. Al fondo del paseo había un puesto de pollos Alast, donde después comprariamos unos pollos para comer. Fuimos a ver las gallinas, los patos y aves de corral que alli también tiene su parada. Los niños fueron los que mas disfrutaron. Nosotros compramos huevos y pan, y volvimos para recoger los pollos.
Tras dos horas de ausencia, nos plantamos sobre las mesas practicamente, unos sacando platos, otros abriendo bolsas de patatas, algunos colocando sus viandas sobre la parrila y yo, que tenía un hambre horrible, saqué un plato, me serví medio pollo, y ni corto ni perezoso me puse a comer. Cada uno daba cuenta de su comida, y tras el café algunos empezaron a recoger para volver a casa pronto. Nos fuimos despiendiendo, hasta que solo quedamos Ana y yo hablando, mientras Chema hacía la siesta. En eso que llegaron mi madre, mi hermano y su novio, hablamos un poco y volvieron a irse. Despues de un buen rato Chema se desperto, y como volvía a hacer frio y el fuego se había apagado, me despedí de ellos y de otro estupendo fin de semana.

Eso ha sido todo desde Radio Van Sin Club. Hasta la penúltima.
Albúm de fotos:
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VSC Reeencuentro 2014, un álbum en Flickr.

domingo, 2 de febrero de 2014

EL SALT DE MIR

El SALT DE MIR
2 de Febrero del 2014

Buenos días camperos, desde Radio Ex Van Sin Club.
Son las siete y media de la mañana, y el despertador de mi madre ha comenzado a retumbar por toda la casa. Su alarma me despierta y no hay nadie quien la apague. A ver si algún alma caritativa se apiada y lo apaga de una vez. Lleva 20 minutos sonando y ya no aguanto más. Miro el móvil y marta las ocho menos cinco. Estoy desesperado y ya es hora de levantarme, tengo el despertador incrustado en el cerebro y no lo soporto. Me levanto y me encuentro a mi madre en la cocina preparándome el desayuno. Es hora de tragarme las ruedas de medicina que me tocan, y me inyecto la insulina. Un pequeño pellizco me despierta al clavarme la aguja. Va siendo hora de que cambie el cabezal y coloque una aguja nueva. Por lo general, la aguja me dura unas 10 veces sin que empiece a sentir el pinchazo.
Tras la sobredosis de medicamentos me tomo y café con leche, y nada más; generalmente desayuno bien poco, aunque a media mañana ya tengo un poco de hambre.
Como estoy algo guarro, me voy a tomar una ducha. Tardo muy poco en enjabonarme y quitarme el jabón. El agua estaba calentita, y da gusto que la caldera funcione a la perfección.
Elijo una camiseta normal y me peino un poco la maraña de pelos, que cada día van cayendo poco  a poco.
En principio representa que no tengo que cargar muchas cosas en la furgo, pues por la noche había preparado lo imprescindible, pero recorriendo el salón, mi cuarto y la mesita de mi ordenador, para recoger posibles objetos que a lo mejor me hagan falta durante el fin de semana. Hasta me llevo los apuntes de árabe, aunque creo que no los voy a gastar mucho.
Calgo lo últimos trastos recogidos y saco la furgo del garaje. En el último momento bajo para buscar un poco de agua y echar un último vistazo, por si se me olvida algo.
Preparo la ruta en el GPS y enchufo el móvil para que vaya recargándose. Y ya estamos listos para salir.
Emprendemos la cuesta abajo, hasta coger la carretera de Arbucies y llegar al cruce para coger la C-17, que pasa por Vic y que me llevará hasta Santa María de Besora.

Ally como siempre, va en la parte de atrás, sobre los colchones de mi cama. No sé la oye, ella va a su rollo y no le importa nada si hay curvas o no, se tumba y así permanece hasta que oye que el coche se para, entonces refunfuña un poco, hasta que le abro el portón y sale a prisa de lo que podría ser una jaula.
El día estaba nubloso, pero de momento la lluvia no había hecho acto de presencia. El camino se me hace corto, y en menos de hora y media llegamos a Besora. Le envio un whatsapp a  Víctor para decirle donde estoy, y me contesta que llegarán en media hora. Damos una vuelta por el mini pueblo y me meto en un café para tomar algo caliente. Allí, un payés estaba contando sus historias a la camarera y a la dueña del local. El local es algo rústico y en cierto modo tiene algo de atractivo. En los laterales del bar hay al lado, un supermercado que lleva la misma señora, y en el otro lado había otra habitación, pero no me fijé en lo que guardaba. Al fondo había una de esas estufas modernas que funcionan con Pelex, que es serrín comprimido, y según me explicó la señora, la estufa daba suficiente para los tres locales. La dueña me dijo que estaba muy contenta con su funcionamiento, y la expliqué que estaba pensando ponerme una parecida en casa. Sigo en mi mesa absorviendo mi café, y el payés seguía contando sus cosas. Me llamaron la atención varias palabras que dijo, una era SOC, que es como un madero flotante por lo que me dijo, y la otra BULLON, pero no le pregunté que quería decir. Lo que si le pregunté es si creía que iba a llover. El payés y la dueña dijeron que no, que aunque el día estaba nublado seguro que no llovería. A todo esto, la camarera, se reía con las cosas que iba contando el payés. Hablando y hablando, me dijo que cuando el sabía casado, estuvo viajando por toda España en una moto, y le habían sobrado 6.000 pesetas cuando terminó su luna de miel. Un hombre simpático a estas horas de la mañana sirve para alegrarte el día.
En ese momento llega Víctor y los dos salimos hacia la calle, parándonos en la oficina de información y turismo, pero resulta que es una máquina digital. Que frialdad, que miedo; con lo que me a mi me gusta ojear la propaganda y folletos de la zona. Víctor me dice, ahora todos los puntos de información son así. Que pena. Víctor está algo nervioso porque aún falta por llegar otra furgoneta. Les manda un whatsapp y contestan que están a 20 km, pero 20 km que se han convertido en una buena espera.

Como es una salida perruna, no podía faltar nuestros fieles compañeros, que corrían de un lado a otro por el parque, todos menos Ally, que no me movía de mi lado. Nos presentamos y empezamos a conecernos pero la furgo seguía sin llegar. Después de una buena espera, allá que aparece la furgoneta a lo lejos, por la carretera.
Llegaron al final Adán y Eva, una chica que es de algún país del este, y le dicen a Víctor que no se quejara tanto, que si habían tardado un poco, es porque habían parado a comprar algo.
Todos estábamos listos para ir a visitar ya El Salt Del Mir, que es un salto de agua de unos 25 metros, pero Marta decía que podían ir por un camino y Víctor por otro. Yo les expliqué que en el bar me habían dicho que continuáramos un kilómetro y medio más, y que luego debíamos girar a la derecha, hasta llegar a un restaurante. En el restaurante no se podía aparcar, pero si podíamos hacerlo en el camino. Total, que cogimos los vehículos y decidimos acercarnos hasta el restaurante y dejar las furgos por allí. Aparcamos a unos 150 metros del restaurante, junto a una balsa de agua putrefacta, pero es que al lado del parking, había un animal muerto, no sé si era un perro, un cerdo o vete a saber qué, ya que yo no quise acercarme a verlo, pero que apestaba como un animal muerto.
Metimos algunas cosas en la mochila y allá que emprendimos la caminata. Al principio me dijeron que eran 9 kilómetros, lo cual me pareció una bestialidad para mi maltratada rodilla y en general, pero que por este camino podíamos avanzar muy rápidamente y que en dos kilómetros llegaríamos, y aunque fue un alivio, tampoco seguía teniéndolo claro.
Justo pasado el restaurante nos encontramos una cerca electrificada, y un caballo paciendo tranquilamente en su territorio. Pero en eso, que Lola, la perrita más pequeña de los siete que nos acompañaban, pasó por la verja y le plantó cara al caballo. No paraba de ladrarle y provocarlo, y aunque el caballo no se me inmutaba, ella seguía ladrando. Algunos continuaron el camino, pero Lola seguía dale que dale. Marta y su novio, Mister North Face, trataban en vano de que lola dejara tranquilo al pobre caballo y que saliera de la verja, pero no había modo. Lo intentaron todo, llamarla, gritarla, amenazarla, lanzarle piedras, salir corriendo delante de ella, pero nada, la perra seguía ladrando y no me movía de sitio. Tras un cuarto de hora y no sé como, consiguieron alcanzar a la perra y ponerla una correa, solo entonces podimos seguir el camino. Todos íbamos andando y discutiendo la jugada; admirando el paisaje y apretando las manos dentro de los bolsillos, pues aunque no hacía mucho frio, las manos se te congelaban en un momento. Yo me lamentaba de mi falta de agilidad, y de vez cuando me iban preguntando, ¿qué tal vas, marchoso?
 Yo siempre contestaba que de momento bien. Un par de motos de montaña nos adelantaron, mientras nosotros seguíamos bajada abajo. Pronto apareció a lo lejos, un pequeño rio, con un puente de madera que lo sorteaba. Llegamos al puente y todos los perros empezaron a meterse por el rio, naturalmente, todos menos Ally. Estaba haciendo fotos, cuando alguien me preguntó si quería que me hiciera alguna. Pues claro, también me gusta salir en las fotos. Seguimos el camino que cada vez se hacía mas cuesta abajo, pero pronto llegamos a unas escaleras de madera, que resbalaban como condenadas, y cuando oí las admiraciones y algarabía del personal, me dí la vuelta y allí, a lo lejos, estaba la cascada. Bueno, no estaban muy lejos, pero entre tanta agua y roca escurridiza, la veía algo distante. Todos ya habían cruzado a un lado y al otro del rio, pero yo no me sentía con la confianza suficiente como para acercarme demasiado. Estuve haciendo fotos y mirando como los perros se metían en el agua, algunos completamente empapados corrian de un lado a otro. Mis amigos se acercaron a una cueva situada debajo de la cascada y tras pasar un rato admirándonos de lo fantástico que llega a ser la  naturaleza, emprendimos el camino de vuelta.
Para entonces yo ya estaba sudoroso y cansado, y solo de pensar que tenía que desandar todo lo que habíamos bajado antes, me daban ganas de quedarme por allí. Nadie parecía cansado aparte de mí. Sentía la camiseta empapada en sudor, pero tampoco era plan de irse quitando ropa con el fresquito que hacía. Yo iba quejándome, diciendo que me dolía todo. Marta se apiadó de mí y sin darme cuenta ya estaba cargando con mi mochila, que parecía un saco de patatas, pues la llevaba llena de todo tipo de trastos. Y Víctor también se hizo cargo de algo, pero ahora no recuerdo el que. El grupo seguía hacia arriba, y yo cada vez me sentía peor. Me dolían los ligamentos de detrás de las rodillas, respiraba con dificultad, me dolían también las dos muñecas y para colmo de todo, en ese momento voy y resbalo, golpeándose la cámara contra el suelo, y mi rodilla también. Con tan mala suerte que me apoyé con la muñeca buena, pero que es la que mas me duele ahora. Enseguida se acercaron a atenderme, pero les dije que no pasaba nada, que solo me había hecho un poco de daño en la muñeca. Seguimos y seguimos pero el camino se me hacía interminable. En un momento dado desaparecieron Marta y Laia, y aunque las esperamos, alguien dijo que habían dicho que no lo hiciéramos, así que seguimos subiendo. La cuesta seguía, pero pronto apareció el restaurante, lo que indicaba que estábamos cerca de las furgonetas. Cuando llegamos al final y como algunos no habían visto aún al animal muerto, se acercaron a oler aquella inmundez, pero Víctor ya decía que era hora de ir a comer. Y es que este Víctor no para, es como una máquina, una máquina de nervios. 

Desaparcamos las furgonetas y allá que nos fuimos hacia Montesquiu, donde Víctor conocía un merendero donde podíamos preparar unas brasas. En ese momento comenzó a llevar, y aunque no era un chaparrón, resultaba bastante molesta. Paramos un momento a comprar algunas cosas que se ve que aún faltaba, aunque Víctor se había encargado de comprarlo todo el día anterior, pero es lo que pasa, siempre falta algo. En un tris tras llegamos al merendero, aparcamos las furgonetas y todos comenzaron a llevar lo que podían hacia la barbacoa, que estaba como a unos 100 metros. Yo aproveché para cambiarme de camiseta y de jersey, pues los tenía empapados de sudor. Cuando salí de la furgo, no quedaba nada por llevar nada mas que lo que a mi me hiciera falta. El lugar estaba muy bien. Era una enorme explanada plantada de arbolitos y había unas seis barbacoas cubiertas, y nadie mas que nosotros por los alrededores. Todo el mundo iba disparado. Unos preparando el vermouth, otros desembolsando los calçots, y cada cual haciendo algo. Yo casi no podía moverme. Tenía un dolor de espalda que no podía tenerme en pie, pero cometí el error de dejarme mi silla en la furgo, y tenía que andar unos doscientos metros de ida y vuelta para poder traerla y sentarme. Al final no tuve mas remedio que ir a buscarla, pues nadie lo iba a hacer, pero cuando la traje y me senté un ratito, me sentí mas aliviado. Las mujere llevaban la voz cantante y las veía moverse de un sitio para otro preparando el vermouth, platos y vasos. Los hombres intentaban encender el fuego, pero parecía ser que ese día no íbamos a tener mucha suerte. Alguien decía que los calçots había que hacerlos con leña, pero solo habíamos traido carbón, y además el carbón no quería arder. Laia me trajo un vaso de vermouth, con oliva y hielo incluido. Algunas tapas ya estaban preparados y la mayoría íbamos picando, que si aceitunas, que si patatas, que si algo de fuet, vamos, que nos estábamos poniendo las botas y aún no habíamos comenzado. El fuego seguía sin encenderse y mas de uno empezó a dudar si nos comeríamos los calçots o no. El caso es que alguna llama asomaba entre las brasas, y los calçots fueron situados encima. Algunos se quemaron, pero la ultima hornada salió bastante bien. Mientras tanto, otros ya habían puesto chorizos, morcilla, beicon y vacío argentino sobre las otras barbacoas. Aquello parecía que iba a ser una bacanal.

Como no había sitio para estar a cubierto, decidimos montar un par de toldos Tarp, que siempre te sacan del aputo. Situamos un par de mesas bajo ellos, colocamos las 9 sillas y fuimos llenando los platos con todo tipo de viandas. El asalto a los calçots comenzó, aunque la gente  no estaba muy contenta de como habían quedado. Otros dimos cuenta de la morcilla, y de la carne. Estuvimos comiendo y bebiendo mientras hablábamos cada uno de lo suyo. Y cuando quise darme cuenta, ya estaba hablando con la otra Marta, la abogada, de mis viajes. Hicimos la sobremesa, y llegó el momento en cuatro del grupo tuvieron que irse de vuelta a casa. Nos despedimos, alegrándome de haber conocido a gente nueva y seguimos con la charla. Pronto se hizo de noche y había que empezar a recoger los trastos. Como una cadena bien organizada, recogimos todo lo principal en un momento, y después, como teníamos algo de frio y allí no se podía estar sin fuego, nos fuimos a un bar cercano que nos habían dejado varias sillas, pues no todos íbamos preparados. Bebimos algo calentito frente a la estufa, y tomamos alguna copa. Hablamos de como había ido el día y en ese momento, Víctor tropezó con una copa, que se derramó sobre la mesa.
Según Marta es normal en él, así que no había que preocuparse. Tomamos algo y entonces vino la camarera para decirnos que no era una buena idea pasar la noche en el lugar en el que habíamos dejado la furgoneta. La hicimos caso, y después de pagar la consumición, fuimos a recoger los últimos trastos que habíamos dejado en la barbacoa. Recogimos bajo la luz de una única linterna y bajo la lluvia que empezaba a apretar, cargamos los trastos en nuestros respectivas furgonetas y nos fuimos a buscar otro lugar donde pasar la noche. Víctor, que era el cabecilla, conocía la zona, y en 10 minutos ya estábamos en el Castillo de Montesquiú, aparcando. El parking hace bajada, y en principio no le di importancia, pero cuando me acosté, estuve arrepintiéndome toda la noche de no haber movido la furgoneta de sitio. Yo ya no podía mas, asi que me acerqué a las otras furgos y les dije que me iba a dormir. Nos despedimos y allá que nos metimos Ally y yo en la furgo. Aunque tenía preparado un bocadillo de tortilla, no tenía hambré, asi que me tomé mis pastillas, me puse la insulina y me acosté. Había puesto la calefacción y tenía calor, por lo que decidi instalarme un poco mejor. A Ally le puse un par de mantas en el suelo, y yo me instalé en el saco, con el que sabía que no iba a pasar calor. Al cabo de un rato, me quité el jersey que me había dejado puesto para dormir, e intenté seguir durmiendo. La noche fue larga y medio dormi. Y para cuando asomé la cabeza por la furgo a primera hora de la mañana, ya vi a cuatro perros dando vuelta por allí. Poco después aparecieron Adán y Victor. Ally y yo salimos en zapatillas para saludar a todos, y
ya todos estaban de pie.

El día amaneció algo nublado, pero a lo lejos parecía que iba a salir el sol. Para variar, me invitaron a desayunar, y lo agradecí mucho, porque no tenía ganas nada mas que de irme. Y eso es lo que les dije. Yo no iba a seguir la marcha que pensaban hacer ese día. Once kilómetros que tenía atragantado y que después de la paliza de ayer me veía incapaz siquiera de intentar. Se trataba de visitar siete balsas, y Marta insistía en que les acompaña al menos hasta la primera y luego les esperara para comer. Pero que va, yo me sentía hecho polvo, así que les dije que me iba y que disfrutaran del día. Tras despedirnos y desearnos lo mejor, emprendimos los 90 kilómetros que me separaba de mi casa y que no tardé en deshacer.
Como siempre, un fin de semana estupendo con una gente mas estupenda aún.
Gracias a: Marta y Víctor, Adán y Erika, Laia y Justo, Marta y Dani.
Y a nuestras mascotas: Miel, Fiona, Punchito, Lola, Zorro, Otto y Ally

Hasta la próxima, marchoso.


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EL SALT DE MIR, un álbum en Flickr.