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domingo, 14 de diciembre de 2014

Fin de Semana en Tordera

Hacía tiempo que no veía  a algunos amigos, y este fin de semana he tenido la suerte de que vieneran a verme mi más viejo amigo, Rafa; y Marta y Victor, de los mas nuevos.
Toda la tarde la pasamos delante de un enorme fuego, tras una dura lucha de búsqueda de leña para la barbacoa y para tener fuego para calentarnos. Al mediodía nos hartamos de judías con butifarra, algunos entrantes en primer lugar, y un buen café para asentarlo todo. El día transcurrió muy rápido y como a eso de las 6 de la tarde ya era de noche, nos apalancamos enfrente de un enorme fuego, que nos mantenía bien calentitos, aunque no hacía mucho frio, comparado con otros inviernos en Tordera.
Llegada la noche y tras unos canutitos, nadie tenía ganas de cenar, pero Marta, que es un culo inquieto no tardó en preparar un pequeño piscolavi, que nos sentó muy bien. al menos a mi, pues había tenido una pesadez en el estómago del café de la mañana, que aún se retorcía, dejándome sentado y pesadizo, en mi sillón de skay respaldado.
Como curiosidades, destacar lo guarrillo que son los perros. Estabamos en el bosque buscando leña, cuando Otto encontró alguna suculenta y pestosa porquería, sobre la que decidió revolcarse; cuando la miré solo veía una cabeza con ojos que se agitaban en el aire. Marta gritando "Que asco", Victor muerto de risa, y yo alénjadome del lugar para no percibir de cerca los olores. Ya era tarde, la travesura estaba hecha y ahora era hora de quitarle a Otto el pestazo que desprendía. Solución, ir a hasta la fuente y con una bolsa de plástico protegiendose la mano, y un bote de jabón en la otra, Marta empezó a lavar cuello y cara a Otto, mientras Victor la sostenía. Ali daba vueltas alrededor ante la novedad, y yo miraba la jugada desde lejos. Parece ser que al final, Otto dejó de oler bastante, y todos nos quedamos mas tranquilos, respaldados de nuevo sobre nuestras poltronas en fuente del fuego.
No muy tarde nos fuimos a dormir.
Como es natural, yo me preguntaba si esta noche funcionaría de nuevo la calefacción de mi furgo, y para probarla la encendí temprano, pero después de casi 4 horas, se apagó, y empezó a parpadear la señal de error o mal funcionamiento de la misma. Menos mal que aparte del plumón, me había llevado un super edredón, por si acaso pasaba lo peor, y como eso fue lo que ocurrió al final, tampoco fue algo grave, ya que mi edredrón le quita el frio a cualquiera. De todos modos no dormí bien desde esa hora, en cambio Ali, reposaba a mi lado a pata estirada, sin decir ni pio.
La noche se me hizo algo larga, y ya temprano, Alí se levantó de su rincón, mejor dicho, del asiento delantero donde se había apalancado, y me dijo que había oido abrirse las puertas de alguna furgoneta. Efectivamente, yo escuché un poco en silencio, y alguna que otra puerta de la furgo de Victor se abría y cerraba. Dejé salir a Ali, a saludar a todo el mundo, y me vestí. Una vez listo, salí de la furgo, y había un par de señores por los alrededores paseando los perros. Hay que tener humor venir hasta este bosquecito, que está cerca y no lejos, para sacar a pasear al perro, pero supongo que hay gente para todo. Arriba de un pequeño montículo estaban ya de pie Marta y Victor. Enseguida Marta comenzó a preparar un café y parece que había prisa en dejar el lugar, así que después de haber desayunado un café con croissants, recogí mi mesa y mi silla, las metí en la furgo y decidimos irnos al mercadillo de Tordera, que para quien no lo sepa, puede encontrar un poco de todo. Quedamos en encontrarnos allí, así yo tenía tiempo de acercarme a casa para buscar el carrito de la compra, pero cuando llegué, me encontré a mi hermano en el sofá y me dijo que no se encontraba bien, que si podía ir a buscarle alguna medicina. Fui a 6 farmacias de 3 pueblos diferentes, antes de encontrar una farmacia abierta. Llamé a Rafa que no sabía por donde paraba, y me dijo que estaba a medio camino, y que tardaría un poco en llegar, pues una persona se había tirado a la via. Que triste, y cuantos yo también he pensado lo mismo. Aunque mi madre dice que el suicidio es solo para cobardes, y como yo no soy ni cobarde ni nada, de momento a la muerte la dejo pasar, vieja amiga.
Después de llevarle las medicinas a mi hermano, quedé con Marta y Victor en la chucherría, y nos fuimos a dar una vuelta. Entonces recordé que quería comprar algún pijama, y que cerca de allí había una tienda de tallas monstruo. Nos acercamos al puesto, pregunté si tenían pijamas, y tras enseñarme solo un modelo con 3 colores diferentes, me compré dos. No sé que me pasaba, pero le solté un rollo a la familia del puesto, que la señora ya decía en voz alta "Por qué no te vas a otro sitio, y vuelves otro día" Creo que tenía razón, estaba como si me hubiese tomado una caja de Bustaid. Nos fuimos a buscar unos calcetines que había visto cuando fuí a la farmacia, pero era en la otra zona del mercadillo, un poco lejos, asi que de llamamos a Rafa y me dijo que había llegado hasta Pineda andando, que nos esperaba allí. Nos mandó las coordenadas y para allá que nos fuimos. Después de perderme en una rotonda a la que tuve que dar la vuelta dos veces,, le volví a llamar, y me dijo donde se encontraba exactamente, pues había salido a la carretera, para que resultara mas fácil encontrarle, lo que lo enredó todo, pero bueno, un par de calles mas, y allí a lo lejos que apareció Rafa. En el camino de ida vimos que el restaurante al que queriamos ir estaba completamente abarrotado, y en eso, al dar una curva, vimos un Wok, y para allá que nos fuimos. Rafa aún no tenía hambre, pero nosotros 3 entramos directos hasta las mesas. Dejamos las chaquetas y cada uno, con su plato en la mano, empezó a llenarlo de todo tipo de comidas. Nos pusimos las botas, hablamos, comimos hasta reventar, y creo que hubo un momento en que ví a alguien ir a por su tercer plato de postre. Tras hartanos les dije de ir a Tordera a tomar un café pero nadie se apuntó. Marta y Victor se fueron hacia su casa, y Rafa y yo nos fuimos a buscar algún lugar donde tomar un café. Encontramos una terraza y allá que nos fuimos a por nuestro merecido cafelito. Estuvimos hablando un rato, no de cosas no muy serías, pero me invitó a un viaje a Alemania dentro de poco. Seguramente que iremos.
Luego nos fuimos a un almacén de chinos, donde vendían de todo y Rafa no sé que quería comprar. Tras una búsqueda infructuosa, Nos despedimos y quedamos en Berlín otro día.

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